EL CUADRO

La noticia había saltado a las primeras páginas de los periódicos, las televisiones se hacían eco de la extraña noticia. En todas las cadenas de radio no se hablaba de otra cosa.
Como experto en arte esa mañana había quedado con mi amigo para visitar el museo. Haríamos las investigaciones oportunas para darle una pronta solución al caso. Las personas estaban asustadas, las desapariciones iban en aumento y era demasiada casualidad que fuese siempre después de una visita cultural.
De ese dato nos habíamos percatado Toni y yo, después de muchas indagaciones. Sobre todo… No podíamos profundizar, cada palabra nuestra podría usarse en nuestra contra. El gobierno nos tenía controlados, a él sobre todo un ufólogo con tanta documentación que acreditaba que existían, no debía hablar a sus anchas y descubrir ciertos datos de su secreto mejor guardado.
Su voz parecía preocupada, y él no era así, me había llamado desde la sala del museo, me pidió que llevase mi mejor máquina fotográfica. Casi ni lo escuchaba, mientras me decía la ropa que llevaba. No correspondió a mi broma, cuando al decirme que llevaba una camisa a cuadros, yo le contesté que para eso iba a un museo.
Ahora el preocupado era yo, cabizbajo le devolví la llamada, cualquier pretexto serviría para tranquilizarme si escuchaba su voz. Pero no fue así, un total de tres llamadas perdidas quedaron registradas, una de ellas hasta con un corto mensaje de voz…
“Colega, voy a buscarte amigo”
Con mi ciclomotor me ponía en peligro atajando a gran velocidad por las callejuelas, intenté llegar lo antes posible, pero fue imposible, no encontré a Toni, mi amigo no aparecía.
Paseé por el museo, subí y bajé reiteradas veces sus escaleras, recorrí aquellas diáfanas salas y en una de mis ojeadas a las salas del recinto, lo vi. Un teléfono móvil asomaba en una esquina de aquel poyete con catálogos de las obras expuestas.
La esperanza es lo último que se pierde, o eso es lo que dice el refrán, pero al verlo parpadear comprendí que mi última llamada, de ser el aparato de mi amigo, no la había escuchado. Y así por desgracia era, pero no fue lo único que me lo hacía pensar, un gran cuadro recreando una abducción de varias personas que me dejó con la boca abierta.
Por momentos mis ojos se humedecieron viendo de los primeros a aquel que llevaba una camisa a cuadros. Ahora comprendía el porqué de su voz triste, él sabía dónde iba, me espero en su punto de partida. Mientras me pedía que inmortalizarse el momento dejando de oír mi advertencia.
Y que no sé cómo, pero se escuchaba de nuevo…
“Colega, voy a buscarte amigo”

Adelina GN

SOY CULPABLE

Querida te escribo esta nota porque me siento culpable…
Jamás pensé que pudiese hacer aquello.

Cuándo creí que nadie me veía tomé aquel cuchillo ahora ensangrentado.
Allí mismo en la cocina lo abrí en canal.

De su interior salía la sangre que ensució la herramienta carnicera.
Tendrás que perdonarme amor, pero no lo pude hacer mejor.
Después me ensañe con él, no sabía cómo hacer para no dañarla y le quité la piel.
Sé que me vas a odiar, pero no quiero que así sea.

Espero solucionar este desastre que hice con la pieza de carne que me dejaste para la cena.

Cuando venga de cervecear me pondré a limpiar la cocina.
Posdata: Está en el horno.
¡¡Qué no se queme, cariño!!

©Adelina GN

INCÓGNITA POR RESOLVER

Reto – El Maravilloso Mundo de los Libros
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La historia que aquí leeréis es una leyenda, un cuento de miedo contado por los más mayores del lugar, para que los jóvenes atrevidos, no lo fuesen tanto y tomasen precauciones a la hora de circular de noche y con las malas inclemencias del tiempo invernal. El suceso relatado no tiene el mismo efecto que traumatice a quien lo lee, según sea quién lo haga, pero era lo que había aquel día en sus manos, una pequeña novela corta, para más datos de algún que otro extraño caso sin resolver del pueblo…
Comenzó a leer… todo empezaba bien, mientras saboreaba una lata de refresco bien helada, el relato trataba de un accidente en la nieve, muy apropiado ¿no os parece? Sobre todo si miras por la ventana y observamos que la nieve no deja de caer…
Después de haber llegado al punto en que la pareja de jóvenes, se había separaron de sus amigos, y se adentraron en la noche para amarse, conduciendo temerariamente, esperas lo peor y te atreves a saltarte la parte romántica, pues la verdad no te apetece, prefieres llegar a la parte escalofriante de la historia, esa que se vuelve tórrida y espeluznante y que te hace crear la expectativa a lo que lees…
Seguía leyendo y llegaba al punto en que aquellos jóvenes circulaban con su vehiculo, bebiendo y escuchando la música a todo volumen. La lectura hace que imagines y así lo hacía… debía de haber sido horrible, salirse de aquel modo de la carretera, rodeados de nieve y heridos, pero en aquella recta sería fácil que los encontrasen…
Pasó de hoja, tomó la esquina de aquella página y la frotó, el tacto del papel en la yema de sus dedos era algo que le agradaba, comprobando que allí terminaba el relato…
Discrepar un poco del argumento, era lo que hacía ahora, la recta donde sucedió el malogrado accidente y en la que el lector deducía que por su visibilidad podrían localizarlo rápidamente, resultaba ser al contrario, ya que continuó leyendo y en la historia ocurrió todo lo contrario…
Nadie presenció aquel siniestro, heridos pasaron toda la noche a la intemperie, fue al día siguiente cuando a la ausencia de ambos los servicios de rescate en carretera los encontraron… Pero aquí llega lo misterioso… El fenómeno que quedaba escrito para que aquella historia quedase impresa como género de intriga y misterio para todo el pueblo…
Solo aquella mañana fría y nevada en la cuneta de aquella carretera, encontraron el cuerpo calcinado del conductor, del acompañante no había ni rastro, solo hubo un entierro en el pueblo, jamás hallaron a nadie más, para todos aquella sería una incógnita por resolver…

Mientras tanto nuestro ávido lector daba vueltas sobre lo que había leído, comprobaría que el lugar donde disfrutaba de aquello que le entretenía cerraba para el descanso del personal, cerrando el libro y depositando la misteriosa lectura en la mesa, lugar donde lo había encontrado y que era el adecuado para ser fácilmente leído en aquellos días de tormentosas nevadas…
Seguro que al regresar a casa tomaría un café y escucharía algo de música para no pensar en la historia, creo que es lo que solemos hacer cuando algo da vueltas en nuestra cabeza… Imaginar lo que estaba pensando… ¿tomar un atajo? Estáis en lo cierto; Pero…

No tenía otra alternativa, debía tomar aquella ruta siniestra si quería llegar a casa a tiempo. La nieve bloqueaba todos los accesos a la ciudad, y el mal tiempo no favorecía la conducción por ninguna otra carretera, todo iba bien, había puesto música antes de la recta maldita de la cual contaban la historia…
La visibilidad era casi nula por lo que conectó las luces largas de su automóvil, haciendo que los potentes faros iluminaron todo el arcén, circulaba despacio, recordando la historia que había leído, cuando de repente apareció… probablemente salió de la cuneta, la observaba mientras avanzaba… y allí de pie estaba… estática… aquella figura humana no se movía… Mientras cada vez estaba más cerca de ella…

Ahora también la incógnita estaba por resolver…

©Adelina GN

reto

LENGUAJE CORPORAL- Reto – El Maravilloso Mundo de los Libros
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Fui allí buscando resolver mis dudas, quería saber, mis preguntas sin respuesta de quién fue y había sido Ramón, creaban un cerco, dejándome encerrada en el…
“Jalando del hilo se llega al ovillo” o, eso es lo que dice el refrán. Hay tantos y tan variados, que era difícil elegir uno en concreto. Pero solo aquel satisfaría mis dudas, las mismas que me asaltaban a causa de mi lenguaje corporal…
Mi amiga me recomendó un especialista, un médico al que pudiese contar lo que me estaba ocurriendo, aquello que con mentiras disfracé para todos como una arraigada depresión. Cargaba con aquel secreto mucho tiempo y era hora de contarlo…
Espere a que todos mis amigos, que la verdad no eran muchos, pues no solía ser muy sociable, estuviesen de vacaciones, Angie me había dado la tarjeta de una de sus amigas con las que fue a la universidad. Hacía tanto que ya no la encontraba, rebusqué como una loca por los cajones de la cómoda, apartando de un lado a otro todo lo que estaba allí dentro. Me estaba poniendo nerviosa, todo mi cuerpo se erizaba, estaba desistiendo la búsqueda, cuando al final, al fondo del cajón la encontré. Llamé y tomé cita para esa misma tarde. El periodo vacacional permitió que la falta de pacientes facilitase el que Raquel, la psicóloga pudiera atenderme… Me preguntaba o mejor me estaba convenciendo de que tendría que contar toda la verdad, mostrar claramente toda mi vida y sincerar de lleno todo lo que hablase, no sería fácil, pero estaba convencida de que era la única solución…
Entré presentándome como la amiga de Angie, su amiga, me tendió su mano, pero terminé abrazándola era mi tarjeta de visita, siempre acababa enroscando mis brazos en señal de cariñoso saludo cuando conocía a alguien. Como era de esperar no tardó en pedirme que me tumbara en el diván, empezando de aquel modo a preguntar sobre mi pasado. Le conté mi infancia, restregando mi espalda por aquel tapizado, y que quedé huérfana de padre a la edad de cuatro años. Que él era un científico con grandes éxitos en el campo de la medicina que dominaba y que sus logros en las investigaciones le llevaron a enfermar, desapareciendo muy rápido de nuestras vidas. Hubo una de las preguntas que me incomodo bastante, ladeé con rapidez la cabeza y me quedé mirándola fijamente a los ojos, dándome ganas de arrebatar de un manotazo aquel papel en el que estaba escribiendo. También la hice sabedora de que mi madre mantuvo aquel hecho cubierto de dudas, y que tan solo me desveló un dato a la hora de su muerte, diciéndome que cuando llegase el día tendría que descubrirlo en la casa de la montaña.
-Allí empezó todo, me dijo…
Después de aquella primera sesión hubo otras, la mayoría con sesión de hipnosis, en la que al entornar los ojos y quedar dormida, y según Raquel me contaba al despertar, relaté la muerte de mi padre balbuciendo con el habla de una niña, lo más peculiar era que al llegar al testimonio de mi madre sobre la casa de la montaña, mi felicidad era plena y de ello la doctora deducía que era allí donde tenía que enfrentarme a mis miedos y dudas, respecto de lo que sentía y sospechaba que me ocurría. Y allí estaba, en la cabaña del matasanos Ramón, como todos le llamaban, ahora medio destruida. Desde allí vi por la ventana la luz de unos ojos de gato, una penetrante mirada felina que me invitaba a entrar. Me apresure no quería que la noche me sorprendiese, a pesar de que la noche era el momento de más satisfacción para mí. Entré en la cabaña viendo como delante de mí se posiciona un gato negro un tanto desaliñado, con un pelaje poco cuidado y una mirada penetrante, el felino se acercó emitiendo un maullido silencioso, como pidiéndome, por favor, que lo acariciara. Luego entrelazo su cola entre mis piernas abrazándose cariñosamente a ellas, Tuve que a hacer un gran esfuerzo para no sentarme con el allí en el suelo, aquellos movimientos me resultaban familiares, me sentía como si estuviese al lado de alguien de mi propia especie. Había pasado un buen rato cuando recordé que en una de aquellas sesiones mi subconsciente desveló una conversación que escuché de mi madre con un compañero de mi padre, en el que hablaba de un sótano y un libro de notas… Bajé por aquellas estropeadas escaleras extendiendo mis brazos como para comprobar el ancho, casualmente el gato hacía lo mismo con sus bigotes. En todo momento observada por el que se veía curioso y feliz mostrando su cola toda alta… Conseguí encender aquel viejo quinqué y buscar con el por las viejas estanterías donde estaban los libros de mi padre… Y una vez lo encontré comencé a leer…

Ahora comprendo mi comportamiento…
Mi padre había muerto en plena investigación, eso es lo que habían dicho, pero allí escrita estaba la verdad… Las primeras notas eran de mi abuelo Ramón, su padre, al que llamaban el matasanos, las fórmulas heredadas por mi padre le llevaron a probarlas con él mismo, haciendo que tuviese que desaparecer y esconderse en la cabaña de la montaña… Ahora seguía mirándome fijamente y advirtiéndome con su lenguaje corporal, cómo, terminaría mi vida y el experimento que un día comenzó mi abuelo Ramón.

©Adelina GN

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ORBALLO

Otro año mis amigos y yo organizamos la reunión de los colegas, una fiesta de maduritos hombres y mujeres, reunidos en mi apartamento de la playa, y contar entre risas nuestras propias anécdotas. Cerrábamos puntos respecto a aquel fin de semana, al que la climatología del mar le jugaría una mala pasada, puesto que cuando las bravías olas alcanzarán aquel edificio, todo plan sería perjudicado. Entre los seis decidimos cambiar en aquella ocasión de ubicación y trasladar la kedada a una casa rural, mejor dicho a la casa del pueblo. La casa de mi abuela sería esta vez el escenario para festejar que seguíamos siendo una piña, que en lugar de separarnos e ir cada uno por nuestro lado, estábamos unidos como hacía treinta años atrás. Todos habíamos formado una familia fuera de aquel grupo respectivamente, seguíamos conservando a aquellas seis parejas que en su día se unieron a nuestras vidas. Fui la primera en llegar, como dueña de la casa mis amigos decidieron muy amablemente que fuese yo quien se ocupase de habilitar aquel lugar, encendiendo la chimenea y aclimatando la fría casa, para cuando los cinco llegasen. También llueve aquí, me dije… Pero por suerte era de otro modo, con menos intensidad el orballo caía sin parar sobre el suelo más antiguo de la contornada, y un miedo a la soledad me embargó por un instante. La ausencia de gente por las calles del pueblo me predispusieron a quedarme allí hasta que mis amigos llegasen, hubiese podido escuchar música, pero no, mi gran amor sobre los libros de magia y conjuros, ha los que mi abuela me había aficionado, me atraparon una vez más. Abrí aquel centenario manuscrito por la página de los deseos y recorrí sus líneas hasta llegar a las misteriosas letras que leímos mi novio entonces, y yo, en el que deseamos estar siempre juntos y en soledad para disfrutar cada momento en nuestras vidas. Aquel hechizo parecía que había surtido efecto, pues desde aquella noche en el que bebimos el brebaje preparado con la lluvia de orballo, unas gotas de sangre y un poco de barro recogido de la puerta de la casa donde los amantes vivirían su primera soledad juntos, ni la presencia de unos hijos nos habían hecho compañía. De pronto el sonido del móvil me traía de regreso a la actualidad, contesté, era Juan, mi marido, su plan se había deshecho y me dijo, que estaba en camino para pasar esos días con nosotros. Me alegré mucho, y no sé por qué razón me puse nerviosa, tanto que fui a la cocina a prepararme algo de comer. Ahora tendría que explicar la presencia de Juan en nuestra reunión, pero no creí que les importara, y ya estaban tardando mucho, cuando pensé que ojalá no viniesen, después de recordar aquella primera noche solos, me apetecía tanto…

¡Me corté! ¡Qué estúpida soy!

Envolví mi herida con una servilleta de papel y cogí un vaso para servirme un refresco, en aquel momento llamaron a la puerta y una nueva llamada sonaba en el móvil, como pude fui a contestar pero dejó de a hacerlo, por lo que atendí la puerta, como pude la abrí con el vaso en la mano, me entretuve por un momento, la llave no giraba y jalé fuerte de ella cayendo sin remedio al suelo…

¡Qué torpeza la mía!

No tengo remedio

La recogía ensuciando de barro el apósito que me había puesto en la herida sangrando y salí hasta la calle pues no veía a nadie, varias gotas de orballo se llegaron a introducir en el vaso, mezclando la sangre que con el barro al recoger la llave se habían mezclado. Haciendo de aquel modo la brujería de la soledad… No veía a nadie, ni entendía quién podía haber llamado, la calle estaba desierta y un escalofrío recorrió mi cuerpo, escuchando desde allí como el móvil volvía a sonar. Pero me paralice, me quedé estática, aquel sonido se eclipsaba con aquel otro que ahora escuchaba. Un gruñido de lamento salió del suelo acompañado de aquellas cinco luces extrañas. Me asuste de tal manera que sin saber como lo hacía me llevé el vaso a la boca bebiendo aquel trago de magia…

No sé las horas que habían pasado, pero por fin Juan llegó, me encontró llorando y desquiciada de los nervios, me abracé a él enloquecida, mientras le intentaba decir algo…

¡Tranquila querida!

¡No llores!

¿Quién te avisó?

Para cuando pude articular palabra no hacían falta explicaciones, mi marido había sido testigo del trágico accidente que mis cinco amigos habían sufrido y por el cual los cinco habían perecido a consecuencia del orballo…

©Adelina GN

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LA ILUSIÓN DE UN PROPÓSITO

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Adelina Gimeno Navarro

Tres días distaban de la tradicional Nochevieja y Carmina iba a cumplir un sueño que perseguía desde hacía varios años. Un propósito con mucha ilusión, el de formar un hogar, casarse y tener descendencia. Desde que había conocido a su primo Eduard en aquel verano en el que esté la conquistó, contándole un atardecer en la playa, el árbol genealógico de los dos y del linaje en la familia…

Todos aquellos pensamientos se desvanecen cuando miró presurosa su reloj, en el que apreciaba que era la hora de salir, o perdería el avión que la llevaría a reencontrarse con su primo el vizconde de Marley. Saliendo de la habitación retrocedió unos pasos, olvidaba la fotografía que Eduard le había enviado para que reconociese el lugar cuando llegase a la ciudad, dado el aspecto tenebroso de la mansión y bastante alejada de la misma, esta no era muy conocida.

Por fin se encontraba acomodada en su asiento, cumpliendo las pertinentes sugerencias de la azafata, ya notaba los nervios en el estómago al despegar el avión. Pero respiró hondo, su mayor ilusión, era aquella y después de las innumerables llamadas de Eduard estaba claro que iba a cumplirse.
En unos minutos todo se tranquilizó, el avión estaba rumbo a su destino, ella por supuesto tranquilizada y después de aquel café caliente, relajada al máximo, ahora ya todo estaba en calma…

Comenzaban ya a verse las luces del aeropuerto, el trayecto, se le había hecho corto. Igual al ser la primera vez que viajaba a ese lugar no controlo muy bien la distancia y se dispuso a desembarcar…
Tomó un taxi, dio la dirección y al ver la cara de extrañeza del conductor le enseñó la fotografía que llevaba en su cómoda mochila, el hombre asintió con la cabeza al verla y acelerando el automóvil la nombró como “la casa fantasma de Marley”…
Al llegar a la puerta una sirvienta ataviada con un encorsetado uniforme le abrió la puerta, por la cual entró Carmina creyéndose haber atravesado un túnel del tiempo al pasado.
Cargando todavía su pequeña maleta, daba vueltas sobre sus pasos observando las reliquias que decoraban aquella estancia, las lámparas suspendidas en el techo parecían auténticas joyas, encima de los muebles, candelabros de bronce dignos de aquellas películas de terror que tanto le gustaban a ella…
Cuando sintió que una mano fría se posaba en su hombro, era la de un, no menos horrendo mayordomo, que el resto del escenario que contempla, y al que el sol del verano no había cambiado el tono de su piel, le agarraba entonces, sonriente el equipaje.
La invitó a subir, aquella escalera que parecía no tener fin, y en la que a lado y lado, había cuadros de unas dimensiones exageradas que colgaban en las paredes, con personajes que la seguían con la mirada…
De pronto ante sus ojos la figura de Eduard se posiciona, saludandola y rompiendo así la sobriedad del momento que estaba pasando.
-¿Qué tal prima Carmina? Espero que disfrutes de estos días, estás muy bella…
-Sube y ten cuidado, es muy traicionera esta escalera…
Estaba muy guapo, y muy elegante con aquella bata de raso en la que llevaba bordada la inicial de su nombre. Pero algo parecía diferente en él, a pesar de que su seductora voz era la misma y sus palabras la siguen enamorando igual que aquel verano.
La habitación de Carmina estaba justo al lado de la de Eduard, aquella noche después de la cena los dos entre risas subieron a ellas, y fue entonces cuando sin saber cómo, Carmina perdió el equilibrio y apunto estuvo de rodar por las escaleras, dándose de bruces con uno de los retratos en el que figuraba una bella dama a la que Eduard identificaba como Eleonora, la esposa de su antepasado Edgar… Y que murió en un extraño accidente justo en aquella escalera…
-Te avise de que tuvieses cuidado…
-No quisiera perderte… Y dejó de hablar enmudeciendo por completo…

Cuando Carmina levantó su mirada, observaba asustada otro de los retratos detrás de Eduard, compungida y sin poderlo creer, veía el enorme parecido que tenía con su primo, y como él se lo presentaba como el tatarabuelo Edgar…
Después de aquel desafortunado accidente a Carmina no le quedaban más ganas de fiesta, estaba cansada y un poco asustada por toda la historia que su primo le había contado sobre Eleonora, lo mucho que se querían y de cómo la leyenda decía que Edgar había pasado días y días con el cadáver de su amada en la habitación, por no querer que se la llevasen.
Así que la joven cogiendo el pañuelo que le ofrecía Eduard para secarse las lágrimas se recogió en su dormitorio, no antes de que esté le advirtiera de que si escuchaba cualquier ruido extraño, no saliera al jardín, pues andaba un perro abandonado al que no habían podido dar caza los de la perrera.
-Descansa amor mío y escuches lo que escuches no salgas de la habitación…
-Tranquilo Eduard, así lo haré…
despidiéndose con un romántico beso en los labios que apenas duró unos segundos, pues como si alguien lo separase de ella, Eduard se apartó…
Carmina entró en la habitación y cayó sobre la cama llorando desconsolada, imaginaba el gran amor que sentía su tatarabuelo por aquella mujer, lo que sufriría y como la vida se la arrebato…
Su llanto no tenía fin, y no podía apartar su pensamiento de la bella Eleonora y de la escena de su accidente en la escalera, tan bien relatado por su primo. Por un instante le pareció escuchar el sonido de una caja de música que venía de la habitación de Eduard, a la vez que unos lastimosos sollozos que se mezclaban con una voz femenina. Alguien estaba hablando con él, no lo podía creer, cómo la había invitado a pasar unos días allí diciéndole que la quería cuando ya estaba acompañado…
Se acercó a la pared y puso el oído para escuchar mejor. El llanto continuaba y la voz femenina le decía a Eduard que lo quería y que no quería marcharse, a lo que él contestaba…
-Por favor, Eleonora ahora la tengo a ella, déjame que la ame como te ame a ti…

La cara de Carmina se desencajaba, estaba asustada, pero no podía dejar de escuchar como su primo Eduard decía una y otra vez que la quería a ella, no entendía nada de lo que estaba sucediendo, escuchando de nuevo la voz de Eleonora que decía…

-Entonces, quédate con ella, pero que sepas que solo tienes hasta las doce de medianoche, solo te queda un día Edgar…

Al escuchar, el nombre de Edgar se sobresaltó, y Carmina salió corriendo de la habitación mientras en su cabeza las últimas palabras de Eleonora escuchadas a través de la pared y en su oído, se repetían como el eco… Él es mío, mío… Y cayó rodando por las escaleras… Llegando al final de ella dando una gran sacudida su cuerpo en el suelo…

-Señorita… ya hemos aterrizado.
-¿Ha sido grato su vuelo?
-¡Sí, perdón me quede dormida!

Todo había sido un sueño, se decía Carmina mientras levantaba el brazo haciendo el alto al taxista, ya en el interior del vehículo y acordándose del sueño, le enseñó la fotografía al conductor, al verla en lugar de decir nada desagradable sobre la casa, como en el sueño ocurrió, el hombre miró a la joven sonrió y dijo…
Allí vamos al templo del amor de Marley

Carmina se acercaba despacio a la casa y llegando delante de la puerta, esta se abrió y un Eduard ataviado con un albornoz, en el que llevaba su inicial bordada, y recién salido de la ducha la invitaba a entrar…

-Bienvenida primita, pasa te enseñaré la casa, estás preciosa, como   has crecido…
-¡Una cosa prima! Ten cuidado con la escalera ¿vale?

©Adelina GN

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