No podía faltar en una sección romántica, un escenario de amor, donde supuestamente se amaron dos personas.
La suposición viene por el motivo que a continuación os adjunto en esta redacción a la que he titulado, como bien podéis leer: Escenario de amor.
Se trata del famoso balcón, el que todos visitan, en el que supuestamente se amaron los eternos enamorados y el que no es descrito ni citado por Shakespeare, en la obra, ya que la palabra “balcón” no existía entonces. Existiendo lugares hermosos y accesibles para el acto romántico, esta escena se supone que trascurre en el huerto de los Capuleto, y que el dramaturgo escoge, este sí, para la escena en cuestión, y no un lugar de difícil escalada.
En una ciudad la cual el polifacético Williams, no visitó nunca. Verona de la romántica Italia, al nordeste del país, fue escenario del amor de…
El tiempo y los pueblos nos dejan legados que unidos al lenguaje enriquece nuestra existencia. “Gam zu letová” es una frase en hebreo que significa “Todo es para bien” Se atribuye la frase al Sabio, Rabí Najum al que gracias a su frase lo apodaron Gam zu. Su vida no fue nada fácil de ahí que él hiciese doctrina y la llevase como bandera. No debemos enredarnos en los acontecimientos menos favorables de la vida, teniendo por seguro que lo que sea, sucederá irremediablemente. Por tanto centremos nuestro pensamiento en lo positivo y sin duda ni discusión en toda la controversia de los hechos. Enfocando la frase a los acontecimientos. Siendo buenos emprendedores de nuestra vida y con la ayuda de nuestras creencias sean las que sean, vamos a ver qué nos conviene y no dejar la positividad en saco roto. Seamos valientes presentando verdades al mundo, para descubrir que las palabras con significado pueden llegar a descifrar aspectos muy saludables. Sin la necesidad de tantos fármacos que destruyen la sensibilidad de muchos de nuestros sentimientos. Espero con esta pequeña reseña del Proverbio Torá haber puesto un poco de significado a la frase que hemos leído al principio. Sin duda su significación es muy amplía, os invito a que busquéis información que enriquezca vuestro conocimiento sobres el tema. Ya que todo es para bien.
Mi corazón no debería provocar ni sus pulsaciones alterar, el motivo podréis comprobar, si a mí a la doncella, a leer comenzáis. Sabéis pues vos, dónde pone su mano el varón. Os miró a los ojos y pienso en el sentir de sus dedos, que buscan allá dónde el casto nombre la espalda perdió. Qué podría hacer vuestra merced con su diestra en mis bajos. Mi virtud es como mi vicio, los dos a estrenar, a cantar, igual que a la amada trova el juglar. Hidalgo vos tocar sin remilgos, rozar mis posaderas con el melindre osado, que vuestro sutil disimulo hizo tomando la jarra en la mano. Muéstrate cual bestiario ganador que gloriosamente irrumpe en el lugar y con lujuria clava su erguida daga. Usías decirme a mí que os miró, aquel motivo que puedo tener, para mi boca callar y no volver a pronunciar. Sus ojos entornados en los que se aprecia el mal, enfocándose en mí me hieren, calentándose él me teme. Honrosa nuestra postura, por un instante muda, que si la soledad tuviera susurros oyera, liando nuestros cuerpos con los tules, del ardiente querer. Somos trazos de un pincel renacentista que en colores armonizó el artista. Una vez más, venciendo la timidez a la depravación. Qué el placer no se nos note, que me vuelva a estremecer, pues el rostro mío es el espejo, de mi erizada piel. Sanador de lo ajeno, toma de lo mío que yo sin vergüenza bebo. Hiló fino la doncella, embriagado el caballero de detrás sacó la mano. Hace lo propio ella, apartando la mirada de la realidad, para que la estratagema manual volviese a comenzar.
Este es otro amor, no por el contenido de su historia, ni por ser diferente, simplemente dos personas que se quieren y lo hacen de verdad.
Su historia es igual a la de muchas otras, pero con aquel motivo que mueve los amores, los cariños verdaderos y que no necesitan de ataduras burocráticas para sobrevivir.
Fue la pareja menos convencional junto con su amor del siglo XX
Un amor tan profesional que su pasional romance se basaba en la igualdad, ni hombre ni mujer, dos seres a una que se amaron dejando cada cual su espacio al otro.
Él, escritor de renombre no publicaba nunca si su compañera no leía el escrito, ella le corregía y criticaba antes de hacerlo visible para sus lectores.
Todos los días leían juntos y debatían sobre sus ideas cada vez que se veían. Su unión duraría cincuenta años, aunque su convivencia resultaba…
Está llena de ella, la vida, nuestra existencia y nos empeñamos en la oscuridad, las penas, los llantos. En miserias que nos minan la moral, en crear telarañas que no nos dejan ver.
De todo hay, es cierto, a pesar de que su luz nos ilumina generando óptimas decisiones. Creamos, pensemos y no dejemos que la masa gris nos torture.
Aprendamos de la hostil posición perseverante de la vida enseñando su lado más cruel y penoso.
Ella no quiere engañarnos, nos duelen muchas cosas, pero hay mucha felicidad que nos espera. Para eso existe, por eso está ahí, para iluminar nuestro camino.
Desarrolla el sentido que te hará tener esperanza, que creará en ti paciencia y confianza ante las adversidades.
Su luz, la que te muestra el camino a seguir en la vida… Es comunicación necesaria con las universales ilusiones que duermen esperando ser despertadas.
SIEMPRE ASÍ Sobre sus piernas la acomodaba, mientras sus cortos brazos abarcaban sus caderas en un abrazo peculiar. Siempre debería de ser así, pensaba; no solamente que la llevase pegada a ella siempre. La quería proteger de cada miseria de la vida. Igual que estaba haciendo ahora.
—Ven inmundicia —Decía mientras entre sus uñas aplastaba la liendre.
Siempre así, volvía a pensar la madre que despiojaba la cabeza de su inofensiva hija.
La madre ese ser protector por excelencia que a pesar de tratarse de simples piojos no gozaba que se apoderasen del bienestar de su hija, intranquilizando a la niña con los molestos picores.
Ojalá pudiese apartar toda aquella molestia que intentase anidar en su vida, pero no sería fácil, algún día alguien la convencería de que marchase de allí y entonces fuese ella quien rascarse sus miserias.
Mientras todo aquello pensaba, la madre seguía soportando el peso de su hija sobre sus piernas, no era molestia al contrario, lo hacía gustosa y sin pensar que era una obligación.
Separaba su cabello haciendo calles en el cuero cabelludo, limpiando cada pelo perteneciente a su melena, la que tendría que cortar si de una vez por todas no radicaba la plaga de piojos que se le habían pegado.
De nuevo en su cabeza daban vueltas los años, pensando que su hija crecería y con ella su cabello. Qué pudiera ser que después de tanto trabajo en sanear su pelo largo, alguien anulase su voluntad estratégicamente y se lo cortase.
Pero todo era previsible, el qué su hija creciese, que encontrase un hombre que la moldease a su gusto, que la hiciese recapacitar de que mejor sería el pelo corto.
Concluía diciendo —Jamás dejaré que nadie te infecte.
—¿Te cansas mamá? —Preguntó la niña, mientras movía la cabeza ladeando su cuello y sacaba la cara de entre las piernas de su madre. Piernas que un día se abrieron para facilitar hasta a aquel preciso instante, su existencia.
No se podía cansar, era su hija y haría todo lo que fuese por hacer fácil cada día de su vida. Igual que hizo siempre, y lo sabía, sabía que su esfuerzo sería nulo frente a las plagas, fuesen de cualquier clase de insecto.
Probablemente el vinagre la estaba embriagado, porque aquella mujer se sintió molesta, sus ojos comenzaron a llenarse de lágrimas, moqueaba y hasta su garganta se secó.
Trataba saliva haciendo un gran esfuerzo, pero la estrechez era tal que llegó a sentir su asfixia. Pero ella siguió, quería despojar de bichos a su hija, no quería verla así, mientras pudiese lo haría le costase lo que le costase.
Toda aquella puesta en escena, en aquel plató de colores amarronados como cualquier atardecer, era observada por el can, escuálido perro que moraba en la casa.
—¡Chispa el trapo!
—¡Aquel, trae aquel! —Las indicaciones fueron exactas para que el perro entendiese a la madre, que quería secar por un momento sus manos.
Tomó el peine para aquel menester y comenzó a dar lentas pasadas, una sucedía a otra sin pausa, pero con una precisión descomunal.
Asaltando con aquella tranquilidad a su mente, la angustia que tan solo hacía unos minutos tuvo. Era lastimoso pensar que un día toda aquella protección no continuaría.
Lloraba imaginando que cuando su hija creciese y volase del nido, ya no sería útil para ella y se valdría sola. Lamentablemente eso es lo que ocurre, pero debemos tener paciencia y fe de que todo lo que enseñamos, sea para bien.
Se arremangó impregnando de vinagre sus brazos, el olor era insoportable, pero igual que todo, lo que duele sana, le decía a la niña que intentaba levantarse ya de aquella incómoda pose después de llevar así un buen rato.
—¡No te muevas! —Todavía no he terminado —Le ordenaba su madre un poco alterada, mientras seguía diciendo.
—Yo también estoy cansada, hija.
—¿No decías, que no lo estabas, madre?
Era cierto, había dicho que no se podía cansar, que la progenitora era ella y debía priorizar cualquier asunto que incumbiese a su hija.
Pero la verdad era que estaba cansada, lo daba todo por su hija, cualquier cosa, movía cielo y tierra para facilitar el camino en la infancia de la niña.
Luego ya sería diferente, se decía, pero no, sabía que no, que se sigue amparando a los hijos tengan la edad que tengan.
Comparando la faena que estaba emprendiendo en aquel instante con la vida se daba cuenta que la similitud era comparable. Diciendo a la niña que la mirase, la tomó del mentón y con ternura le levantó la carita.
—¿Ves lo que estoy haciendo por ti?
—Sí —contestó la niña
—Pues ojalá pudiera resguardarte siempre y que siempre fuese así.
—¡Siempre voy a tener piojos, madre!
Sonrió y refugió con sus manos la cara de su hija, mientras limpiaba con sus pulgares la pena de la niña al pensarse siempre infectada del molesto parásito.
—Tranquila hija mía, pero repito siempre así debería de ser.
La niña volvió a retomar la posición que tenía cuando se dejó caer en las rodillas de su madre. Toda la estampa era la misma, madre e hija adornaban la estancia humilde que bien parecía un cuadro de pintura clásica.
La niña abrigada entre aquellas piernas protectoras, dejó que su madre terminase de despiojarla. Las continúas caricias la adormilaban, mientras ella despertaba entonces a la realidad.
Jamás se puede resguardar en demasía a los hijos, apoyar en modo extremo no es tampoco lo adecuado. Por todos aquellos pensamientos de culpabilidad su madre, peinaba entonces con cuidado el cabello de la niña.
Haciéndose una reflexión sobre todo lo que había pensado, llegó a una conclusión…
Proteger a su hija con mesura, que su camino no fuese aplanado de forma que cuando se llenase de piedras, que se llenaría, ella fuese capaz y tuviese fuerza suficiente y las pudiese apartar.
Peinó a su hija, mientras pensaba, acariciando su pelo con suavidad, mientras seguía siendo contemplada por el perro. Sintió el respirar profundo de la niña que confiada en el regazo de su madre se dormía tranquila y serena de estar libre de plagas. Y parásitos que pudiesen perturbar su vida.
Creía en aquel premio, cuando la noche llegaba era para él, el momento más preciado.
Las oscuras calles alumbradas con sus candilejas, compartían la diferencia y quitaban su miedo.
Provocándose a sus victimas la muerte o una secuela psicológica de por vida.
Ocultaba su rostro bajo el sombrero, una gabardina usada que lavaba a diario sin dejar rastro ni huella alguna de lo acontecido la noche anterior.
La silueta camina despacio, a su paso encuentra el burdel adecuado, en él entrará, buscando su presa, pero antes pasea su mirada por la barra del antro y allí estaba. Era joven y apuesto, estaba bebiendo, aquello facilitaría su intención de llevarlo hasta un lugar más tranquilo y allí…
Pero no quería adelantar acontecimientos, se acercó y entabló una corta conversación.
-¿Hola, estás sólo?
La contestación de aquel joven no se hizo esperar.
-¿Claro, salimos?
Fue fácil, el muchacho le acompañó hasta la calle, una vez allí víctima y verdugo se confundían en las sombras de aquel callejón.
Ninguno pronunciaba palabra, a no ser que el joven entendiese, moriría.
Aquéllo era lo que ocurría cada noche, el misterio estaba en la victima.
Ahora él, le invitará a volverse de espaldas, se abrirá la vestimenta e intentará aprovecharse del joven.
En un nivel poco ortodoxo todo aquél que caía en su juego era sometido a la penetración forzada.
De acceder a sus impulsos no había mayor delito, de no ser así y oponiéndose a su vicio, el asesinato era evidente.
Nadie que sobrevivio a sus acosos llegó nunca a denunciarlo. Seguía actuando y en el peor de los casos matando.
La oscuridad era su aliada y la vergüenza de sus víctimas, si no entendían también.