LA SIMIENTE BLANCA/Relato

LA SIMIENTE BLANCA/Relato

LA SIMIENTE BLANCA

Siempre sudaba al llegar el momento, el instante en el que les extraía el que era más difícil de sacar…

Mamen, paseaba con Lucas, por el parque, la noche estaba cerrada, no había luz de luna, ni de farola. Los chavales se encargaban de ello durante el día, convencida de ello estaba, por lo que encendió la linterna.

En aquel momento escuchó el sonido de la hojarasca al pisarse, llamó a Lucas con su silbido, pero sin repetir al verlo frente a ella aliviando su necesidad con la pata levantada.

De nuevo volvía a escuchar aquel sonido que la enervaba, al venir a su cabeza esas películas en las que detrás de esas pisadas se encuentra el asesino…

Tomó al chucho en brazos y retrocedió camino a casa, sentía miedo, se encontraba insegura, tenía un presentimiento. Las noticias en televisión la habían ayudado a que fuese así, al escuchar, que no muy lejos de allí se encontró un cadáver.

Lucas saltó de sus brazos, escondiéndose otra vez en los arbustos, Mamen le llamaba con insistencia, pero el can, ni se escuchaba.

Asustada entró en el callejón, no sabía cómo, pero algo la estaba atrapando, sin duda la curiosidad causa más efecto que el miedo.

Ni un ápice de luz había, las humedades olían a podredumbre, y por consecuencia la arcada fue inevitable. Metiendo de lleno uno de sus pies en algo blando y pastoso. Quiso salir de allí corriendo, pero el miedo a resbalarse la hicieron volverse despacio… Eso, y que sentía que algo estaba detrás de ella.

Al darse la vuelta, la linterna cayó de sus manos, quedándose la luz parpadeando y enfocando al rostro infernal. A su vez gritó con desespero, pero la mano enfundada en un guante negro y agrietado, le taparon la boca.

La extraña persona sacó a Mamen, de espaldas, y arrastrando su cuerpo desfallecido; la había sedado. Miró a su alrededor y la dejó caer en un banco situado en la más extrema oscuridad, allí donde ni la luz de las estrellas alumbraban.

Habían pasado un par de horas y un asustado Lucas, lamía la mano de su dueña. Después de su inconsciencia transitoria, Mamen despertaba, continuando su chillido de espanto, al ver su mano mutilada.

El desconcierto siguió con los ladridos, el perro alertaba con ellos mirando fijo a las ventanas de su alrededor. Haciendo que los trasnochadores respondiesen bajando a ver lo que ocurría.

Al momento una decena de personas rodeaban a la mujer que parecía había perdido mucha sangre, la muestra era evidente por el rastro que dejó desde un banco a otro al que se arrastró, para volverse a desmayar en ese instante.

Haciéndose paso entre la gente, alguien avanzaba cargando un maletín y pidiendo permiso, presentándose con estas palabras: -¡Me permiten! -soy médico…

Igual que la gota de aceite en el agua, la muchedumbre se apartó de Mamen, que yacía casi sin vida, en aquel rincón del parque.

La doctora tuvo que escuchar barbaridades sobre su actitud ante el accidente, si en realidad había sido un penoso accidente. Desde que no sabía lo que hacía y qué de dónde había salido la matasanos, hasta qué dónde se había sacado el título en medicina, que le daba el derecho de dejar morir a la mujer.

En ningún momento hizo la intención de llamar a una ambulancia, es más cuando vio que la cosa se puso fea, dejó el panorama de intento de asesinato y se largó del lugar.

Después de unos meses de recuperación, Mamen volvió a retomar su trabajo, había aprendido de nuevo a usar su mano izquierda, un muñón sin dedos que le quedó de aquella agresión sarcástica, la que sufrió a manos de quién todavía ocultaba su identidad, y seguía dejando rastro de víctimas con miembros amputados, a las que en el mejor de los casos dejaba con vida como fue el caso de Mamen.

El gran apoyo de sus compañeros, le valió de ayuda y así le harían su trabajo durante unos días, regalándole de aquel modo unas cortas vacaciones que coincidían con toda seguridad con un puente en la cercana Navidad.

Había quedado algo depresiva y por eso su amigo Víctor, la acompañaría, iría con ella, le daría custodia y la cuidaría.

No muy lejos de allí en el campo, una casa rural se encargaría de hacer las veces de clínica para el relax. En aquella situación Víctor, sentía que su deber era aquel, y la relajación sería completa. Tendría la oportunidad para llevar a cabo, lo que en otra ocasión fue algo que resultó fallido.

Aquel su primer paseo por la montaña iba a demostrar a Mamen, que todo en la vida puede ser motivo de suerte y de ocasiones anteriores dónde todo puede ser diferente.

Las lluvias aparecieron por simpatía, de una mañana soleada todo pasó a ser un caos tormentoso. Se tuvieron que refugiar en el puente que cruzaba la montaña, el viejo cauce dejó de llevar agua hacía ya mucho tiempo, por lo que estaba lleno de hierbas y maleza.

Mamen, se detuvo, no entraba, tenía miedo, o más bien pavor, se le representó el callejón oscuro y tenebroso, donde fue agredida.

Víctor jaló de ella con fuerza, enfadado por ver como se estaba mojando y no reaccionaba. Con aquel movimiento brusco le arañó la mano mutilada, Mamen,  lo miraba con rabia mientras por su rostro resbalaba el exceso de agua que le había caído encima.

Víctor le pidió perdón, cogió su mano y la limpió con un pañuelo, volviendo a mirarla a los ojos y preguntándose dónde le pondría el anillo de pedida, cuando le pidiese matrimonio.

Desde allí mismo se percataron de que una granja se divisaba, aprovechando que la lluvia había parado salieron caminando hacia ella. Aquel trayecto aunque corto, le dio la oportunidad a Víctor, para declararse a Mamen…

-No puedo comprometerme contigo, no tengo dedo donde poner el anillo.

-No digas tonterías, te lo pondré en la otra, eso, no es excusa -Le dijo él mientras tanto ella le decía…

-Crees qué no me di cuenta, que lo pensaste al coger antes mi mano.

-No me debes pedir nada, Víctor, al perder aquel día el que llevaba puesto, perdí el amor para siempre.

Víctor le pasó el brazo por la espalda, cobijando con aquella acción sus sentimientos hacia ella, pensando que el tiempo lo arreglaría todo.

Al llegar a la cerca de la entrada de aquella pequeña granja, vieron un precioso campo. Llamaron con insistencia, la lluvia aparecía de nuevo y no querían volver a mojarse, así que gritaron varias veces y al ver que no salía nadie cruzaron la entrada.

El perro se les lanzaba ladrando, pero la cuerda no le dejaba acercarse del todo, entonces Víctor, golpeó fuerte la puerta y esta se abrió despacio, y sin problema.

-Pasen está abierto, no se queden ahí o se mojarán del todo.

-¡León, calla! -Gritó al can que la obedeció ipso facto.

La mujer les ofreció sentarse, al parecer estaba esperando visita pues la mesa que les separaba se encontraba dispuesta para la merienda.

La conversación en aquel primer cuarto de hora, se cernió en un solo tema; el huerto y sus verduras, el campo y su siembra, el aporte de nutrientes para que la cosecha creciese con todo lo suficiente, incluido el calcio que se necesita y que una mujer sola no puede aportar.

La mujer no dejaba de hablar, miraba a Víctor y sonreía, luego clavaba su mirada en Mamen, en su mano y en el arañazo al que en ese momento hizo referencia.

-Querida, hay que desinfectar esa herida o se te va a infectar…

Tomando la mano izquierda de Mamen, con su mano izquierda y dejando debajo de ella el anillo que llevaba puesto y que la joven reconoció como el que perdió aquella noche cuando le amputaron los dedos.

Las miradas de las mujeres se cruzaron, siendo a cual de las dos más intensa, mientras tanto la mujer le dijo a Víctor…

-Joven ¿me quieres acercar el maletín que tienes a tu lado?

-Soy médico.

En aquel instante volvió a mirar a Mamen, que dio un gran suspiro y se desmayó.

Adelina Gimeno Navarro

Extraño despertar/ Desafíos Literarios/ Erótico

Aquella escena que se avecinaba por los acontecimientos que estaban cercanos a suceder, era muy conocida en el mundo de las infidelidades. Uno de aquellos dos qué se encontraban disfrutando de los placeres del sexo, se sobresaltaba al escuchar entrar la llave en la cerradura o al escuchar un simple “Estoy aquí”.

El cuerpo del delito casi siempre resultaba estar desnudo, y el escondite preferido era aquel armario que dejaba de esconder a la otra parte cuando se salía de él o cuando la ocasión requería una excusa poco ortodoxa e incrédula para el engañado o engañada.

La historia que leeremos ahora no es una historia convencional al uso o por lo menos a mí no me lo parece, no tendremos el típico armario, pero es posible que salgan de él. Igual la infidelidad es sufrida por dos motivos y no por el mero hecho de acostarse o liarse con el mejor amigo del marido o la mejor amiga de la mujer.

Será cuestión de comenzar a escribir y dejar para otro momento los convencionalismos y las normalizadas relaciones que existen en los relatos eróticos. Nos sumergiremos en un total control del orgasmo controlado, del éxtasis producido por el morbo, por explicar cómo puede ser la infidelidad a dos bandas.

Nos situamos: Marga ha ido a visitar a su madre que está delicada, Sergio aprovecha para ver una de esas películas que no da tiempo a verlas terminar. En cualquier caso las retomas después de unos juegos manuales que aprendiste hace años y que sustituyen al sexo cuando alguien o algo, te calentó.

La causalidad se aproxima, sí, no me equivoqué, no hay casualidad sin causa, de ahí mi juego de palabras.

Llaman a la puerta y Sergio vuelve a quedarse a las “puertas” de un goce que no termina de llegar.

Es la vecina del ático, esa joven que lo mismo tiene pareja, cómo qué por la noche se pasea a tirar la basura provocando a quien la contempla con sus transparencias veraniegas, ésas que dejan ver sus pechos duros y bien formados.

Viene pidiendo guerra, se nota a la legua, pero te pide sal, sabe que Marga no está, vi cómo la saludó al salir de casa esta tarde.

No es la primera vez que se me insinúa, pero en otras ocasiones iba con mi mujer y no había tanto peligro, hoy estoy solo y qué hago, la dejo entrar, será mejor, los vecinos nos pueden oír y sería peor.

Estuvimos conversando, al final saqué dulce de membrillo traído del pueblo, imaginé que terminaría comiendo salado al final de la noche. Y así fue, efectivamente, Marí quería plan, no se cortaba, a los pocos minutos de sentarse en el sofá sus piernas se cruzaban insinuantes mostrándome la falta de ropa interior. Me puso cardíaco, no atinaba a poner la copa que me había pedido, mi pulso se aceleraba y ya se me notaba bastante, temía que en aquel momento fuese a llegar Marga, pero no, menos mal que mi suegra la pobre empeoró y dijo que tardaría.

Al sentirme un poco más confiado me relajé y entonces comenzaron las risas, los roces, los besos y al final terminamos en la cama. Marí era tan distinta a Marga que preferí que no me contase nada y descubrirlo por mí mismo.

La desnudé, la cubrí de caricias, investigué cada centímetro de su cuerpo no sabía si aquella ocasión podría volver a suceder, quise disfrutar y disfruté de ella al máximo, pero, éso sí, antes terminamos con la botella de “Chivas” recién empezada, ósea que el colocón fue de primera y se supone que la dormida monumental, ya que al despertar…

Fue un despertar bastante extraño el que tuve amigos, estaba solo, desnudo, pero sin apariencia de haber consumado. Cómo Marí me había dejado allí tirado y aún borracho, qué no le gustaron mis quehaceres sexuales, no sabía que pensar y me levanté. Todo me daba vueltas, y me senté al borde de la cama. El espejo me estaba delatando, mi cara estaba verde y por segundos palidecía, la sensación era de fatiga y de decepción, cómo no me habita dado cuenta, no escuché la cerradura, ni su voz había resonado en mis oídos, pero Marga había vuelto.

Y allí estaban las dos, las vi por el espejo, sus cuerpos se unían de un modo espectacular, sus movimientos eran armoniosos y su silencio… Su pasional mudez en aquel momento provocó la mayor de las erecciones que había tenido y creo que tendré, haciendo en aquellos instantes, que mi problema de eyaculación precoz volviese para siempre.

Deli

Colaboración de Adelina GN https://desafiosliterarios.com/secciones-tematicas/erotica/extrano-despertar/#

LAS VACACIONES

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Escrito por : Adelina Gimeno Navarro el 20/09/2018

LAS VACACIONES

Nada más poner un pie en casa, comenzó en mí la desesperación. No podía creer que todo había terminado ya, y hasta el año que viene no tendría la oportunidad de volver a disfrutar de aquel joven. Nadie sabe mi vicio o mi entretenimiento, o tal vez desde ahora lo llame terapia, quién sabe lo que haré. Procurar que no se me note será un gran reto, termino siempre igual, con las manos pegadas a mi cuerpo, acariciando allá donde sé que me gusta. Pero Carlo ha dejado una huella enorme en mí. Tanto me ha marcado ese chico, que no dejo de pensar en él y en esos días de ensueño en Ibiza. Sus ojos, su boca, su piel me dejaron prendida del éxtasis, haciendo el calor lo propio y provocando que subiese en mí la temperatura.

Rosa no dejaba de recordar, desde que aterrizó en Madrid y nada más pudo encender el móvil, el primer contacto que buscó fue el suyo, aquella dependencia no era normal, pensando en cada momento, en el bello y experto amante que le resultaba el galán.
Allí estaba sentada en el sofá, tirada como un trapo, con el calor típico de aquellos días de tormenta de verano. Pensando en él y en las vacaciones, en sus caricias, en sus besos…

Ella pensaba que no iba a poder apartarlo de su mente, que ya nada ni nadie podría calmar sus ansias. Debía de pensar, se dijo, qué únicamente fue un afer sin importancia, que no debía de obsesionarse. En ese instante su mano derecha palpaba su seno izquierdo y su otra mano se abría paso entre sus muslos, acariciando con una delicadeza máxima aquella parte de su cuerpo falta de amparo amoroso en aquel momento.

Sintió pasos y sobresaltada intentó darse la vuelta para ver, pero en segundos la agarraron del pelo e hicieron que su nuca quedase reposada en el cabezal del sillón…

-¡¿Así, te gusta?!
-Sí, pero más fuerte

Pregunta y respuesta fueron silenciadas por sus besos, sus caricias no tenían fin y el roce de sus cuerpos les llevaba a sentir un placer sin límites. Aquellos juegos eróticos habían ocurrido muchas veces, Carlo entraba a sabiendas de Rosa en casa, violando su intimidad, mientras ella jugaba con su cuerpo. Él le robaba el protagonismo a sus manos, cargado de envidia irrumpía en casa y con el consentimiento de ella la violaba o mejor dicho, Rosa se dejaba amar de manera violenta.
Ya habían tenido sus vacaciones, ahora tocaba volver a la rutina y para ello los dos necesitaban esa complicidad que hacía que su amor no se estancase en la monotonía.

Así pues y sin mediar palabra, sus cuerpos fingieron no conocerse y a la par iban descubriendo nuevas sensaciones y nuevos placeres que les ofrecía aquel juego erótico.
Su piel lucía desnuda, aún rojiza por aquellas caricias en ocasiones dolorosas, y ahora a pesar del calor Carlo, colocó un cojín tapando su miembro, echando la tela protectora del sillón sobre Rosa, que no dejaba de acariciarse.
Debería de estarse quieta, pensaba él, mientras ella cuando vio su acción le preguntó, obteniendo una inminente respuesta…

-¿Qué no quieres jugar ya?
-¿Qué quieres el desempate?

Y volviendo el acero a su vaina y nunca mejor dicho, volverían a comenzar su particular terapia de pareja.

Deli

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DESAFÍOS LITERARIOS/Nueva sección de temática erótica

Ana Centellas nos va a acercar la nueva literatura erótica a los lectores por medio de esta magnífica plataforma literaria que es Desafíos Literarios. Quien quiera aportar a esta sección, por favor,  que sea literario de verdad,  porque de otro modo no se publicará. Os dejamos con el artículo de Ana Centellas.

Breves pinceladas sobre el erotismo literario

Creo que parece indiscutible que el erotismo forma parte de una de las cualidades esenciales que no puede faltar en nuestras vidas. Ha formado parte, de una u otra manera, de nuestra cultura desde el comienzo de la Humanidad. Y es que todos, hombres y mujeres, terminamos sucumbiendo a los encantos de Eros (discúlpenme, pero no me llevo demasiado bien con Cupido), que representaba en la mitología griega al dios de la lujuria, el amor, la fertilidad y el sexo. Aunque fue más bien Eros el que terminó sucumbiendo a los encantos de Psique, pero… esa es otra historia que bien podemos dejar para otro momento.

El erotismo representa una de las más profundas liberaciones que posee el ser humano. Pero es un término que va mucho más allá del puro placer sexual. De hecho, si nos lanzamos a su búsqueda en el diccionario, encontraremos que en su tercera acepción se define el erotismo como la exaltación del amor físico en el arte. Las primeras representaciones tienen lugar allá por el Paleolítico Superior, cuando las sociedades comienzan a plasmar el sexo en imágenes a través de las pinturas y signos en el interior de las cuevas. Pintura, fotografía, cine… y, por supuesto, literatura, han sido canalizadores del erotismo a lo largo de la historia.

Podemos encontrar alguna referencia de literatura erótica en algunos papiros egipcios, como el llamado Papiro de Turín, pero realmente hasta la Antigua Grecia no hay manifestaciones del género como tal. Podemos encontrar ejemplos en los poemas de Safo de Lesbos o en Lisístrata, del polémico Aristófenes. A lo largo de la historia son numerosas las obras que podríamos encuadrar dentro del género erótico. El libro del buen amor, de Arcipreste de Hita, o La Celestina, de Fernando de Rojas son algunos de los ejemplos de este arte durante la Edad Media. El Marqués de Sade o Leopold von Sacher-Masoch son ejemplos de autores que tuvieron que soportar una fuerte represión sobre sus obras debido a su carga erótica, llegando incluso al encarcelamiento en La Bastilla del primero.

Ya en el siglo XX, la literatura erótica tuvo que luchar con fuerza contra la censura que se contraponía a la creciente liberación sexual de la sociedad. Encontramos numerosos ejemplos de autores consagrados al género, entre los que podríamos destacar Anaïs Nin, Henry Miller, Vladimir Nabokov, Georges Bataille o D.H. Lawrence. Sin embargo, no será hasta el actual siglo XXI cuando se produzca un espectacular apogeo en el género erótico, libre ya de prejuicios y censuras. Que levante la mano quien no haya leído la trilogía de Cincuenta sombras… o al menos lo haya intentado.

Podemos afirmar que la literatura erótica es necesaria por el simple placer que produce su lectura, para provocar, para acercar conocimientos a la sociedad, para hacer la vida más llevadera, pero necesaria al fin y al cabo. Ya lo dijo Vargas-Llosa, sin erotismo no hay gran literatura.

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