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Sin duda había sido un día muy pesado…
Pol llegó a casa rendido, de mala forma dejó caer el maletín en el sillón mientras aflojaba el nudo de la corbata que le había estado asfixiando.
Las horas de calor ya habían pasado, pero ni por eso dejaba de sudar, se estaba anunciando como una noche tropical, eso estaban diciendo en la televisión que escuchaba desde la barra americana que separaba la cocina del salón.
Pol se sentó en posición de yoga y devoró aquel sándwich entre trago y trago de una birra helada.
Las migas del pan hicieron que acudiesen unas hormigas pequeñas que él ni veía, pero que estaban allí.
Pensando que estaría mejor en la cama hizo el intento de levantarse, acordándose que era viernes y al día siguiente no trabajaba. Relajándose otra vez estiraba el brazo zapeando y dando un hondo respiro.
Recordando otros fines de semana en los que había estado acompañado, recordó a Claudia, parecía mentira, pero ya hacía… (buscó el móvil) un mes que lo dejaron.
No sabía dónde había dejado el teléfono, estaba harto de su sonido, de llevarlo siempre pegado a la cara, a pesar de que era por trabajo, molestaba y mucho.
Ahora se había librado de él, si sonaba le seguiría el rastro, mientras tanto aguantaría allí la ola de calor que pronosticaron para ese finde.
Sin darse cuenta le venció el sueño, dejando en la pantalla el documental en el que hablaban de las arañas. Insecto al cual Pol odiaba y le horrorizaba cada vez que veía uno. Así que el sueño estaría servido en bandeja…
–¡Qué calor! Decía quejándose, mientras se limpiaba el sudor.
Y dejando caer el brazo, se quedaba dormido…
Igual que las hormiguillas, ahora una sigilosa araña comenzaba a subir por la mano pringosa que casi tocaba el suelo.
Aquel picor de la piel a causa del sudor hizo que Pol subiese inconscientemente el brazo hasta su cara, depositando al arácnido en el hombro.
Después de unos segundos en los que ninguno de los dos se movió, el insecto retomó su paseo, moviéndose por el cuello, subió hasta la cara. Agitando el respirar de Pol que entró en un cuadro de narcolepsia con ansiedad.
Se ahogaba, le faltaba el aire, se quería mover y no sabía dónde tenía las manos, no veía nada…
La araña había llegado hasta su rostro, lo abarcaba todo con sus patas…
–Jolín, menudo sueño, pues no me he visto con el móvil igual que si fuese una araña en mi cara… Y con las mismas, mientras pensaba en lo que había soñado, sonaba el teléfono.
No sabía cómo antes no lo había visto, estaba justo delante de él, se apresuró en contestar y preguntó…
–¿Dime? –¡Claro! Siguió diciendo -Vale, a las diez estaré allí.
Acto seguido pasó de la llamada al buscador de Internet, fue en busca de información sobre lo que había soñado y lo encontró.
Unas cuantas palabras daban con el clavo de que soñar con arañas era un buen sueño, auguran éxito que es gracias a tu esfuerzo diario. Y que la recompensa llegará en forma de felicidad, por lo que en general ese animal suele ser un signo de que nuestra vida puede ser mejor…
¿Quién crees que le llamó?
Adelina Gimeno Navarro-Escritora

Genial relato, compañera Ade, tanto en el tempo del suspense como en el final. Enhorabuena!!!!😘👍
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Gracias compañero 😘
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