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APLAUSOS
El espectáculo ya había dado comienzo, su compañera de reparto se estaba despidiendo ya. Ahora era él quien actuaría, estaba siendo demasiado rápido todo. Tan solo hacía una hora que la había dejado y ya la echaba de menos.
Esta vez no sabía cómo comenzar, sería difícil argumentar su monólogo de relación en pareja cuando la tuya termina de morir…
Qué haría, pediría como siempre el aplauso fácil con su discurso informal y las risas asomarían sin pedir explicaciones.
Mientras terminaba de colocarse bien su desenfadada indumentaria para su actuación, el presentador, presentaba, como debía de ser, al cómico…
“Con vosotros, como cada sábado, el enamorado Nando”
La gran ovación que le estaban ofreciendo, hacía que el teatro retumbase, era muy apreciado como humorista. Sus discursos de humor ambientados en la pareja y su convivencia, no eran rebuscados, eran historias reales basadas en su propia experiencia.
Ahora caminaba con semblante serio al centro del escenario, arrancando las primeras carcajadas…
– No te rías aún colega, decía dirigiéndose exclusivamente al de la primera fila, que con aquella risa contagiosa le volvía a responder.
– A ver, las mujeres sois unas celosas, tanto que no os basta con desconfiar, tenéis que hurgar en la intimidad de nuestro móvil.
¡Cierto! Se escuchó gritar y volvieron las risas desenfrenadas.
– Cierto verdad… Continuó diciendo Nando.
– Pues así ha sido amigos
– Y por mucho que le he dicho no me ha creído
– La quiero, pero la carne es débil y no quiero perderla
– ¡No quiero, no! Y la verdad no la he convencido
Para ese momento las risas iban cesando, mientras la policía entraba en la sala.
Nando seguía con su oratoria, nadie entendía nada, salvo aquel que como cada sábado arrancaba las carcajadas de sus oyentes mientras les contaba sus graciosas historias de parejas, tan cotidianas y reales como iban siendo en aquellos días.
– Amigos para que conste, sé lo intenté explicar, pero ella seguía diciéndome que me fuera. Y con el teléfono en la mano me amenazaba con estamparlo en el suelo.
– Puede arrebatárselo, ya era mío, ahora, ahora era ella la que reía.
– ¿Porqué no lo hacéis vosotros ahora?
– Me dijo… ¡Vete no quiero verte, ni tampoco quiero explicaciones!
Fue entonces cuando Nando, sacó de su bolsillo el móvil ensangrentado, sacando del respetable una exclamación de horror.
Rompiendo el momentáneo silencio, entre el grito del respetable y sus palabras, un escalofriante aplauso.
©Adelina GN
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