LETRAS DE MUJER – Poesía en Órbita
SANTA TERESA DE JESÚS
Teresa Sánchez de Cepada y Ahumada fue la fundadora de la Orden de Carmelitas Descalzos.
Proclamada por el Papa Pablo VI doctora de la iglesia católica en 1970.
Nació en Ávila y murió a la edad de 67 años, siendo canonizada cuarenta años después por Gregorio XV
Fue considerada una de las grandes maestras de la vida espiritual de la iglesia.
Así como la cumbre de la mística experimental cristiana.
Y ahora partiendo del título de su obra: OBRAS COMPLETAS DE SANTA TERESA DE JESÚS
Seguiremos escribiendo de la mujer escritora que fue santa Teresa. Su padre Alonso era muy aficionado a la lectura y fue con sus libros romanceros y sus prácticas piadosas el que comenzó a despertar la inteligencia y el corazón de una pequeña Teresa que ya a la edad de seis años se aficionó a aquellas lecturas.
Según ella misma dejó dicho en sus escritos destinados a su confesor y que constan en uno de sus libros, siempre desde sus primeros años mostró un talante impulsivo y apasionado. Por lo que en sus lecturas proporcionadas por su progenitor usaba mucho la imaginación idealizando cualquier lectura.
De todo aquello que quedó muy dentro de Teresa, decidió sufrir martirio y junto con su hermano Rodrigo, fueron a otras tierras en las que sufriendo y pasando penalidades querían encontrar la muerte.
Fue su tío quien los trajo de nuevo a casa y viendo los hermanos que no podían llevar a cabo aquel sacrificio, se convirtieron en ermitaños.
Y en aquellas condiciones de retiro voluntario Teresa escribió…
“En una huerta que había en casa, procurábamos como podíamos, hacer ermitas, poniendo unas piedrecitas, que luego se nos caían, y así no hallábamos remedio en nada para nuestro deseo… Hacía (yo) limosna como podía, y podía poco. Procuraba soledad para rezar mis devociones, que eran hartas, en especial el rosario… Gustaba (yo) mucho cuando jugaba con otras niñas, hacer monasterios cómo que éramos monjas”
Teresa perdió a su madre cuando sólo tenía 13 años aquel trauma familiar hizo que sus hermanos abandonasen el hogar y por decisión de su padre la joven que luego sería con los años una mujer mística y entregada a la religión, ingreso en un colegio de monjas.
Con una salud muy quebradiza la joven salió del colegio para ir a vivir con su hermana María y su marido.
Teresa llegó a decirle a su padre que quería ser monja, ya que así estaría retirada del mundo sintiendo y recibiendo cualquier sufrimiento sola.
Su salud empeoraba, sufría muchos mareos con posteriores desmayos, se llegó a tener por su vida, incluso quedó paralítica durante dos años, dicho por ella misma, no podía mover ni un dedo.
Tras entrar en el convento sufrió una cardiopatía grave, perdiendo su jovialidad, su consagración a Dios fue radical por lo que su oración sencilla se convirtió en una oración sistemática.
Tanto dolor la llevaron a escribir de aquellos días…

“Quedé de estos cuatro días de paroxismo de manera que solo el Señor puede saber los incomportables tormentos que sentía en mí: la lengua hecha pedazos de mordida; la garganta, de no haber pasado nada y de la gran flaqueza que me ahogaba, que aun el agua no podía pasar; todo me parecía estaba descoyuntada; con grandísimo desatino en la cabeza; toda encogida, hecha un ovillo […] sin poderme menear, ni brazo ni pie ni mano ni cabeza, más que si estuviese muerta, si no me meneaban; sólo un dedo me parecía poder menear de la mano derecha. […] En una sábana, una de un cabo y otra de otro, me meneaban”

Temiendo que el convento fuese la causa de sus males su padre la sacó de allí y en aquel viaje de vuelta a casa su tío la obsequió con el “Tercer
Abecedario” espiritual de Francisco de Osuna, lectura que enseñaba a la oración y al recogimiento, y que sirvió de gran provecho para Teresa.
Todas las afecciones y enfermedades sufridas por Teresa marcaron aquella etapa juvenil de su vida. Sus propias palabras a todos los males sufridos, dijo: Que vivió con miedo a la muerte y que aquel miedo desapareció con la gracia mística.
Teresa recuperó la salud de forma milagrosa, a partir de entonces y con aquella sanación, recuperó su vida llena cosas fáciles de satisfacer, hasta que volvió al convento y se impuso la clausura obligatoria a las monjas.
A partir de este punto parecería que se puede crear polémica en lo que relate de Teresa, pues ella misma confesó apariciones que recriminaron su conducta. Tras la muerte de su padre Teresa, al recibir sus últimas palabras, redirigido su vida y se concienció, corrigiendo su conducta y sus faltas.
Refugiándose en la lectura de san Agustín y en su escritura la cual no había abandonado nunca. De ello tan cuenta todos sus manuscritos, notas y apuntes que dieron lugar a su gran obra literaria.
Al igual que su vida dio mucho para escribir sobre ella y en la que muchos escritores y biógrafos recrearon su pluma. Os dejo queridos lectores una muestra de ello, agradeciendo vuestra atención.
Pongo punto y final a la entrada sobre Santa Teresa de Jesús con este párrafo de su libro: VIDA DE SANTA TERESA
“Vi a un ángel cabe mí hacia el lado izquierdo en forma corporal… No era grande, sino pequeño, hermoso mucho, el rostro tan encendido que parecía de los ángeles muy subidos, que parece todos se abrasan… Veíale en las manos un dardo de oro largo, y al fin del hierro me parecía tener un poco de fuego. Este me parecía meter por el corazón algunas veces y que me llegaba a las entrañas: al sacarle me parecía las llevaba consigo, y me dejaba toda abrasada en amor grande de Dios. Era tan grande el dolor que me hacía dar aquellos quejidos, y tan excesiva la suavidad que me pone este grandísimo dolor que no hay desear que se quite, ni se contenta el alma con menos que Dios. No es dolor corporal, sino espiritual, aunque no deja de participar el cuerpo algo, y aun harto. Es un requiebro tan suave que pasa entre el alma y Dios, que suplico yo a su bondad lo dé a gustar a quien pensare que miento… Los días que duraba esto andaba como embobada, no quisiera ver ni hablar, sino abrasarme con mi pena, que para mí era mayor gloria, que cuantas hayan tomado lo criado”
Vida de santa Teresa, cap. XXIX

Adelina GN

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