
GENUINO
Aquella tarde otoñal en la que la mujer que protagoniza este relato que escribo ya no cumpliría los cuarenta, intuía claramente que las tormentas se juntarían.
Irene tomaba su paraguas y su bolso colocados cada uno en el respectivo sitio de su cuerpo y salía de su casa rumbo a encontrarse con el hombre que la acompañó los últimos veinte años. Pensaba en pasado ya que aquella semana su soledad había sido su única compañera, le pidió a Tino que la dejase pensar sobre aquella decisión que tenía que tomar ahora y después de los años. Su gran amor era él, aunque cuando se conocieron les separaban diez primaveras, entonces nadie sospechaba aquella diferencia de edad, pero ella lo sabía y así se lo hizo saber a Tino que haría oídos sordos al comentario de la mujer que ahora contaba con más de cuatro décadas y a la que continuaba queriendo con toda su alma.
Pero la confusión mental que crearon en Irene las continuas habladurías sobre ellos en los últimos meses, hicieron que tambalease la certeza que ella tenía sobre el amor del hombre al que también seguía amando.
Ella cuando daban la espalda a esos amigos que sin ninguna sensibilidad les recordaban que sus edades a estas alturas ya les separaban, volvía a reflexionar acerca de ello con Tino, pero él pasaba hoja dejando su amor como único testigo de aquella pequeñez frente al verdadero motivo por el que continuaban juntos.
Irene cansada, pues decidió ir andando a la cita, se sentó en uno de los bancos que flanqueaban aquel parque, en uno de ellos en el que la copa del árbol que estaba al lado no dejó que la lluvia lo empapase.
Cerró su paraguas y en aquel momento en el que cruzaba su pierna sobre la otra le pareció escuchar un sugerente silbido a modo de piropo masculino ….
Mientras intentaba convencerse a sí misma de que aquella galantería no le pertenecía la protagonista de nuestra historia comenzó a recordar ….
Aquel hombre joven que la había enamorado con la frescura de sus veinte primavera le enriqueció su ego hasta el punto de creerse tan joven o más que él en aquellos tiempos.
En su juventud la que ahora estaba en declive, había sido muy feliz, pero se preguntaba donde estuvo aquel maravilloso príncipe que la hacia sentirse la reina, mandando en aquel séquito de sensaciones que pese a su juventud él hacia que ella sintiese. Pero mientras sonreía con sus recuerdos la tristeza cambio su semblante, podía marear toda clase de argumentos que él le había puesto delante pero ninguno les llevaría sobre todo a ella a engañarse, dijese lo que dijese Tino, ella sería siempre mayor que él y cuántos más años pasarán más se notaría el envejecimiento.
Sólo una cosa temía ella y era que le confundiesen un día con su madre, eso podría desencadenar un brote de baja autoestima de la mujer, pues por todo lo demás apostaba alto en que a ella una mujer adulta y con experiencia podría medir sus dotes para amar con los de una jovencita y le sobraban fuerzas para ganarla, no tenía ni la más mínima duda de ello.
Puso los pies en la tierra y dejó de recordar, para qué? Os podéis estar preguntando, pues os diré, Irene tenía que prepararse un buen discurso con el que convencer a Tino sobre lo que ella pensaba de su edad, ya que daría por hecho que todo lo referente al asunto en cuestión no lo aceptaría ….
Sus mejillas se humedecieron cuando al parpadear de sus ojos cayeron las lágrimas contenidas, sabía a ciencia cierta que todo lo que diría no convencerían a su amado y albergaba un tremendo miedo …. Sabía que Tino no la dejaría llevar a cabo ese suicidio que sucedería sin remedio cuando Irene le plantease dejar la relación e intentase convencerla de que lo mejor y más saludable para ambos era continuar viviendo aquel amor tan genuino que los dos habían mantenido vivo gracias sobre todo a la gran paciencia de Tino.
Llegó al lugar donde se habían citado y le vio recostado en la pared sosteniéndose en una sola pierna y la cabeza apoyada mirando al Cielo, no le sorprendió ni lo más mínimo pues aquella era la posición que el adoptaba cuando se sentía preocupado. Se acerco hasta su lado y le saludo muy fríamente ….
– Hola, como estas? ….
Su cara contestaba a su pregunta, demacrado y con aspecto de no hacer mucho que había llorado …. No contesto, se inclino sobre ella sin separar la pierna de la pared e intentó besar, acción que ella esquivo diciendo ….
– No me lo pongas más difícil, tenemos que hablar. Y salieron de aquella calle sin mirarse a la cafetería que acostumbraban frecuentar.
Allí todos les conocían y sabían que su relación estaba al limite, por eso al verles juntos comenzaron a preguntarles. Sus esforzadas sonrisas y sus cortas respuestas no convencieron a nadie, dejándolos que se sentasen en su mesa y comenzasen hablar.
Pero antes de que las palabras surgieran, Tino tomo las manos de Irene y las acaricio tiernamente, mientras ella no levantaba su mirada de aquellas que tantas veces la habían acariciado ….
Aquellos sentimientos que él mostraba no facilitaban para nada a Irene, la drástica decisión que había tomado. Comenzó separando las manos de las de él pero antes de que ella hablase le dijo que la quería. Y siguió interrumpiéndola cada vez que ella intentaba decir algo, todos los calificativos iban seguidos de palabras de amor, cuando se refirió a su edad recordó unas palabras que ya en su día le dijo …. No pongas años a tú vida, ponle vida a tus años. Ella sabía que aquello era cierto y lo feliz que Tino la había hecho, pero trago silaba y pronunció sólo dos palabras ….
– Quiero dejarlo …. Tino la miro fijamente y comenzó a llorar, no había consuelo para su pesar y de aquella forma tan infantil como sí de quién tuviese delante fuese su madre le dijo ….
– No me dejes sólo, moriría sí no estas siempre a mi lado ….
¡¡Quiero envejecer contigo!! le grito …. Nuestro amor es genuino, es un amor verdadero no dejes que muera, hazlo renacer pese a todo lo que digan. Y continuo abriendole los ojos con sus palabras ….
– Nadie como yo te ve así de joven como te veo yo en la intimidad, por eso mismo te encuentran surcos en la piel, ensenadas en el abdomen y continuo diciendo o dos montañas desmoronadas en tus pechos …. Pero eso mi vida para mi, dijo Tino …. es el auténtico y más genuino sentido de que la vida avanza y la mejor verdad que podemos tener tanto mujeres como hombres.
Al escuchar todo aquel sermón de buenas intenciones por su parte, Irene tomo sus manos se acerco y lo beso.
Como un castillo de arena su hipótesis de que años no podía ser sinónimo de felicidad se desmorono, todo gracias a la actitud que había tomado Tino frente a aquella tremenda realidad ….
Él seguía hablando entonces Irene puso su dedo índice encima de sus labios, quería que callase un momento para que supiese que había cambiado sus planes y decirle que lo amaba, pero él le pidió seguir hablando y le dijo ….
– Te quiero mi vida, quiereme tú también o mejor dicho ….
– Quierete tú primero, de ese modo me querrás más.
© Adelina GN